Las Aldeas crecían alrededor de los castillos feudales, las casas solian ser de piedra, con tejado de paja y el suelo de tierra. Cada campesino tenía una porción de tierra, esta podía ser en propiedad o entregada por el señor feudal a cambio de una parte de la cosecha y trabajar de forma gratuita las tierras que el señor feudal conservaba para sí.
Es en el año 476 cuando se marca el inicio de la Edad Media y con ella , una serie de cambios que modificaron la vida del hombre paulatinamente. Alguno de estos se dieron en la agricultura, no tantos como podrían haber sido, ya que los señores feudales invertían sus riquezas en armas, guerras o actos de alarde. No estaba en su carácter el mejorar la forma de cultivo y con ello aumentar sus cosechas.
La Expansión Agrícola.
Hacia fines del siglo XI, la producción agrícola comenzó a elevarse. Este fenómeno se debió en gran parte, a un calentamiento del clima, y a una menor humedad que propició las actividades agrícolas.
Además, se produjo una serie de importantes avances tecnológicos en el trabajo del campo, que contribuyeron a un aumento de los rendimientos. En el siglo XIII, el proceso de expansión agrícola llegó a su punto máximo.
Nuevas técnicas
Los adelantos técnicos buscaron aumentar las cosechas en las regiones que carecían de tierras vírgenes. Fueron tres las principales innovaciones que se hicieron en aquella época:
- El empleo del arado de ruedas en lugar del arado romano, que no las tenía. La diferencia fundamental entre ambos instrumentos residía en la reja, que permitía el arado de ruedas no sólo abrir surcos sino, también, remover a tierra. Esta operación se facilitaba con el uso de la vertedera u orejera, que aireaba mejor el terreno.
- La sustitución del buey por el caballo para arar los campos. Aunque el caballo era más caro y a veces incapaz de trabajar en terrenos difíciles como, por ejemplo, las regiones montañosas, este animal araba más de prisa y oreaba mejor el suelo.
- La introducción de la rotación trienal, que consistía en alternar cultivos diferentes en cada una de las tres parcelas en las que se dividía un campo de cultivo: el primer año se sembraba trigo; el segundo año, otro cereal o leguminosa y el tercer año, se dejaba descansar el campo.Al alternar los cultivos, los suelos no se agotaban. Este sistema reemplazó la rotación bienal, que consistía en la intercalación del descanso de un campo entre dos años de cosecha..
Herrerías y herramientas
Una innovación muy especial a fines del siglo XI fue la difusión de las herrerías en las aldeas: ello permitió a los aldeanos forjar sus propios instrumentos sin depender de los talleres del señor feudal. No obstante, su repercusión en las técnicas agrícolas fue muy limitada. Los instrumentos de hierro siguieron siendo muy caros. Por eso, solo los más ricos pudieron adquirirlos y, en general, se continuó trabajando con herramientas de madera. Detrás del arado, por ejemplo, los hombres deshacían los terrones con mazas de madera.
Más gente y nuevas tierras
Con el aumento de la producción agrícola, la alimentación mejoró y las hambrunas y las enfermedades disminuyeron. Entonces, la población aumentó.
El aumento de la población obligó a buscar nuevas tierras agrícolas. Entonces, comenzaron los grandes movimientos de roturación. Se cortaron muchos árboles y, de esta manera, los territorios boscosos se aprovecharon para la agricultura.
Además, se ganaron tierras secando pantanos o zonas cercanas al mar y construyendo redes de canales de drenaje, cuyo mantenimiento implicó una constante atención. Las roturaciones cambiaron los paisajes de Europa Occidental.
Como consecuencia del desarrollo de la agricultura hubo, también, excedentes en el campo. De esta manera, el comercio se revitalizó.
Asimismo, las roturaciones provocaron la fundación de nuevas aldeas a las que acudieron campesinos de tierras lejanas. Cultivando nuevos terrenos. Cuando la población aumentó, fue necesario cultivar terrenos nuevos. Desde el siglo XI hasta el siglo XIII, la conquista de nuevas tierras fue uno de los fenómenos más importantes de la historia europea. El fuego, la tala y el arado hicieron retroceder los bosques hasta reducirlos, a veces, a manchones desperdigados que se debían defender de los cultivadores, pues se corría el riesgo de quedarse sin madera. También se ganaron, tierras a los pantanos y zonas costeras. Muchas de estas conquistas fueron obra de campesinos aislados. A estas empresas campesinas se sumaron las roturaciones dirigidas por los señores feudales, tanto laicos como religiosos, que establecieron en sus dominios leñadores y roturadores.